Coordina: Matilde Seuba – masibudis@hotmail.com
Objetivos
La ética y la compasión budista nos exige un compromiso con las personas que están sufriendo como consecuencia de la vulneración de sus derechos, lo que desencadena situaciones de inseguridad, de exclusión, de indignidad.
En una primera fase, nos reuniremos para expones las diferentes ideas sobre qué podemos hacer a través de la Coordinadora para actuar en casos concretos y/o en el ámbito global según cada situación.
Situación actual de los derechos humanos
El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración Universal de los Derechos humanos. Después de dos años de duras negociaciones sobre cuáles eran estos derechos, la mayoría de países se pusieron de acuerdo y consiguieron finalmente una firma que supuso un gran reconocimiento a nivel universal, porque, desde el punto de vista jurídico, es muy difícil que exista una norma que sea tan global.
Se reconocen una serie de derechos para todas y cada una de las personas que viven en el mundo. Y, tal y como se dice en el preámbulo de la Declaración de los Derechos humanos, no puede haber distinción de ningún tipo en su aplicación, ni por razón de raza, ni de sexo, ni de opinión política, ni de religión, o cualquier otra condición.
Esta Declaración consta de 30 artículos en los cuales se exponen una serie de derechos, como el derecho a la vida, a la liberta, a la seguridad, a no ser sometido ni a torturas ni a penas o tratos crueles, a no ser detenido o desterrado arbitrariamente, a la presunción de inocencia, a pedir asilo en otro país, a la educación, a la libertad de pensamiento, consciencia y religión y a la libertad de manifestación…
Pero, después de más de 60 años de su aprobación, ¿realmente se hacen efectivos estos derechos? Sólo para dar una pincelada: en el informe de Amnistía Internacional referente al año 2009, se pone de manifiesto que el mundo está en plena crisis de los derechos humanos:
- Millones de personas en el mundo están sufriendo inseguridad, injusticia e indignidad.
- Como mínimo a 2400 personas se les aplicó la pena de muerte sólo en países como China (el mayor que más penas de muerte ha llevado a cabo de todo el mundo), Arabia Saudita y Estados Unidos.
- Se sigue aplicando la tortura incluso en países que se consideran tan democráticos como Estados Unidos.
- Prosiguen los conflictos armados, con el consiguiente sufrimiento que provoca en toda la población civil.
- Miles de niños y de mujeres son explotados diariamente en trabajos infrahumanos y obligados a prostituirse.
- Durante el año 2009, el mundo ha alcanzado la cifra récord de más de mil millones de personas que pasan hambre cada día. ¡Más de mil millones de personas cada día!, lo que supone una sexta parte de la población mundial.
Y todo esto sólo a modo de ejemplo de las graves violaciones de los derechos que se están produciendo sistemáticamente en todo el mundo.
Relación entre el budismo y los derechos humanos
Ante la situación actual, podemos plantearnos las siguientes cuestiones:
- ¿Qué puede hacer el budismo por los derechos humanos?
- ¿Coinciden los derechos humanos con los principios budistas?
- ¿Qué propone la ética budista para poner en práctica estos derechos?
- ¿Qué hay que hacer frente a las violaciones de los derechos humanos desde el punto de vista budista?
Si examinamos algunos de los principios budistas, como la ley de causa y efecto, el perfecto renacimiento humano, la interdependencia, la compasión hacia todos los seres que sufren, y, fundamentalmente, el principio de no violencia, vemos que son las base y la puesta en práctica en estos derechos. El Dalai Lama describe la esencia del budismo en una frase que dice: «si puedes, ayuda a los demás, y si no puedes ayudarles, al menos no les hieras».
El concepto del precioso renacimiento humano nos insta a valorar la condición humana como un privilegio difícil de obtener y que comporta responsabilidades especiales que derivan de la capacidad de discernimiento y poder optar por beneficiar o perjudicar a los demás. Además, comporta el reconocimiento de que todos somos iguales porque participamos de la naturaleza de Buda y cada uno de los seres de la tierra desea ser feliz.
La compasión nos hace responsables de hacer todo lo necesario para evitar el sufrimiento de los demás. Existen muchas prácticas budistas para desarrollar la compasión. Por ejemplo, la práctica de Tonglen, que consiste en que cada uno dé su felicidad y coja el sufrimiento del otro y, aunque es cierto que se realiza a un nivel puramente mental, el practicante que lo va haciendo se le va abriendo poco a poco la mente y el corazón hasta que llega un momento en que piensa ¿Qué puedo hacer yo en la realidad, activamente, para ayudar a los demás?
Respecto a la ley del karma, ésta nos dice que todo sufrimiento tiene una causa y que si queremos erradicarlo, tenemos que acabar con las causas que lo provocan. Es evidente que la violación de los derechos humanos causa graves sufrimientos ya que supone privar a las personas de necesidades tan básicas como la libertad, la vida, la educación y, en resumen, privarlos de su dignidad.
Propuestas budistas para el cambio
Sin justicia no puede haber paz, de manera que, mientras se siguen violando estos derechos, se están acumulando causas para generar desesperanza y odio, que, a su vez, generarán más violencia, terrorismo y guerras.
Ante esto, la propuesta del budismo es cambiar las causas que provocan estas violaciones. ¿Cómo podemos cambiar las causas que provocan todas estas violaciones de los derechos humanos? Desde el punto de vista budista, la manera sería establecer como prioridad, ante el egoísmo y el interés propio, el beneficios de los demás, siendo además una responsabilidad personal el mitigar su sufrimiento.
Así, ante la cuestión de los derechos humanos, el budismo propone un cambio de paradigma, un enfoque totalmente diferente del que normalmente utilizamos y que no requiere de cambios estructurales porque es simplemente una actitud, una forma de sentir, una manera de vivir, y de ver a los demás desde el respeto, el amor y la compasión. Es un cambio en el interior que se refleja en el exterior. Es un compromiso personal con todos los seres y con la naturaleza.
Desde este cambio individual, y enseñando a los niños el valor de estos principios, se irán extendiendo poco a poco como una gran red ya que, como también dice el budismo, todo está interrelacionado. Es precisamente por este principio de interconexión que un cambio en una persona provoca cambios en otras, y de éstas a otras, y a medida que se extienda llegará a los gobiernos, porque son dependientes de nosotros. Sin un pueblo que los vote o los mantenga, no hay gobernantes. Por lo tanto, es nuestra responsabilidad exigir la puesta en práctica de estos derechos, porque las grandes declaraciones no sirven de nada si no se cumplen.
Si nosotros miramos hacia otro lado cuando vemos cómo los gobernantes vulneran los derechos humanos, somos cómplices de sus actuaciones porque, como budistas, la compasión nos exige ponernos del lado del débil y del oprimido y mitigar su sufrimiento. Por todo esto, podemos concluir que existe un paralelismo entre los derechos humanos y la ética budista. El budismo nos da los instrumentos no sólo para poner en práctica los derechos humanos y hacer de ellos una forma de vida sino también para saber cómo afrontar las violaciones de estos derechos.
Tal como dice el Dalai Lama: «Ya que somos egoístas, seamos al menos egoístas inteligentes y ayudemos a los demás, porque es la única manera de que nosotros mismos podamos ser felices».
O como indica la Plegaria del Bodhisattva, que resume el sentido de la compasión en el budismo:
«Mientras perdure el espacio y permanezcan los seres vivientes, que pueda yo también perdurar para disipar la miseria del mundo».