LaVanguardia, jueves 18 maig 2017. Nota de redacción
Fotografia de Patricio Simón
El maestro del budismo tibetano lama Karma Djinpa (Borja de Arquer y de Berea) nació en San Sebastián, en una familia de industriales perteneciente a la nobleza. Creció en el barrio barcelonés de Pedralbes y estudió en el colegio de los jesuitas de Sarrià.
El cristianismo caló en él en su etapa escolar y ya se cuestionaba entonces cosas poco habituales para un niño de su edad. Solía decir que su juventud fue más fácil que feliz. Empezó a estudiar las carreras de Derecho y de Filosofía, pero no las acabó porque, según las conclusiones a las que llegó entonces, aquella no era la respuesta a su búsqueda. Se casó a los 23 años e hizo lo que se esperaba de él: trabajar en la empresa familiar y cultivar sus relaciones sociales. Tuvo tres hijos de su matrimonio y a los 27 años decidió, muy a su pesar, romper con aquella vida conservadora e iniciarse en otra alejada del materialismo.
Y así, siguió una búsqueda aún difusa. Supo prescindir llegado el momento de sus privilegios y vivió rico y pobre, respetado y despreciado. En París, entró en contacto con el círculo de intelectuales vanguardistas de los vizcondes de Noailles, quienes lo acogieron en su villa. Allí conoció a Sartre y Cocteau. Experimentó diferentes filosofías, se inició en la escritura con ensayos de carácter existencialista, publicó La Generación del 98 (1968) y produjo adaptaciones teatrales de dramaturgos como Jaume Salom.
En los años setenta su vida dio un giro en la Ibiza hippy y psicodélica, donde encontró su camino de la mano de los lamas Yashe y Zopa Rinpoche y en ellos descubrió la respuesta que andaba buscando: el Dharma (la enseñanza de Buda). Durante su fase isleña se adentró también en el mundo pictórico y artístico y llegó a entrar en contacto con personajes como Andy Warhol y la diva del cine Ava Gardner. Se convirtió en discípulo del lama Yeshe y en 1978 inició su primer retiro en Kopán (Nepal). Estudió los sutras y los tantras y realizó su segundo retiro en las montañas de Manali (India) y allí siguió sus estudios en Sarnath, donde recibió el certificado de la Kagyu Tekchen Shedra, Institute for Mahayana Buddhist Studies.
Entre 1984 y 1988 completó el retiro tradicional shangpa-kagyu en el monasterio de Vajradhara (Normandía) bajo la autoridad espiritual del lama Khyabje Kalu Rinpoché y profesó los votos de monje getsul. Ese mismo año ejerció como lama del linaje Shangpa Kagyu en Francia.
Ya con todo ese bagaje de experiencias, regresó a España y entró como lama residente en el centro budista Serchöling bajo la autoridad de lama Drubgyu Tenpa, con el que colaboró en el colegio monástico de Dag Shang Kagyu (Panillo, Huesca). Desde 1989, las montañas de Panillo se convirtieron en su hogar y su jardín de la meditación en comunión con una naturaleza diversa y frondosa que le brindaron esos valles. Sus nietos e hijos lo reencontraron tras treinta años en la beatitud de aquel monasterio.
Compartió sus conocimientos en programas de radio y televisión e hizo una gran labor como conferenciante impartiendo sus conocimientos. Fue gran defensor del medio ambiente y su última obra fue un ensayo sobre la muerte que se ha convertido en una obra de referencia en el budismo actual.
El lama Karma Djinpa murió el pasado jueves, su funeral duró cinco días, según marca el rito budista. Su cuerpo fue incinerado y sus cenizas fueron esparcidas por diferentes puntos del mundo. Abordó el viaje de la liberación con confianza. / Redacción