El budismo nace hace unos dos mil seiscientos años en la India de las enseñanzas de Siddharta Gautama, conocido como Buda Sakyamuni, el sabio de los sakyas. Un Buda no es un dios o una divinidad, pero tampoco es un ser humano corriente. Según el budismo, todos los seres tienen una naturaleza búdica, una naturaleza esencial de claridad y armonía, oscurecida ahora por actitudes y emociones ofuscadas e insanas como el aferramiento, el egoísmo o el egocentrismo, que son la causa de la de infelicidad y el sufrimiento. Pero al reconocer y liberar aquella naturaleza se consigue el cese del sufrimiento -una liberación llamada Nirvana- y, finalmente, el Despertar o Bodhi, la plena armonía del ser, también llamada Iluminación. Así pues, son budas aquellos que han conseguido el estado despierto, y todos los seres tienen esta potencialidad. De acuerdo con este conocimiento, y basado en su propia experiencia, el buda histórico Sakyamuni, en su determinación interior para afrontar las realidades de la vida, como el nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte, enseñó un camino no dogmático de liberación personal y universal, que constituye la base del budismo. Buda dijo:
¡Escuchad monjes y sabios! Como el orfebre analiza el oro para comprobar la pureza, cortándolo, raspándolo y fundiéndolo, así tendréis que analizar mis palabras y no aceptarlas sólo por respecto a mí.
Podemos resumir el camino budista en el denominado Camino de tres etapas, que consisten en la práctica integrada de la ética, la meditación y la sabiduría. En palabras del mismo Buda:
Nunca cometer acción dañina alguna, acumular una fortuna en méritos positivos, dominar por completo la propia mente. Esa es la enseñanza del Buda.
La difusión del budismo
Tras la muerte Buda, sus enseñanzas y sus seguidores se expandieron y el budismo se extendió por toda la india, donde alcanzó su máximo esplendor en el siglo VIII d.C., hasta el siglo XIII, cuando casi desapareció del subcontinente indio y quedó relegado al norte. No obstante, esto contribuyó a su expansión por diferentes países y culturas de Oriente, donde se fusionó con otras culturas autóctonas, pero manteniendo sus bases esenciales.
En el sudeste asiático se estableció primero en Ceilán (actual Sri Lanka) en el siglo III a.C., desde donde pasó a Birmania y a Tailandia, Laos, Kampuchea o la Isla de Java. En estas culturas se establecieron y se preservaron especialmente las escuelas Theravada, que practicaban un camino de liberación personal.
Por el Norte, el budismo se expandió desde los actuales Pakistán, Afganistán, hacia Asia Central; a Nepal, Bután, Sikkim, Ladakh y al Tíbet, desde donde pasaría a Mongolia y a la cultura buriata de Rusia; y a China, desde donde llegaría a Japón y a Corea, y de aquí a Vietnam. En todas estas culturas se establecieron principalmente escuelas budistas mahayana, que practican un budismo universalista que aspira a conseguir el bienestar de todos los seres.
El primer contacto del budismo con una cultura occidental tuvo lugar unos quinientos años después de la muerte de Buda, en la denominada cultura de Gandhara, que prosperó entre los actuales Pakistán y Afganistán, y donde los griegos bactrianos, descendientes de Alejandro el Grande, habían adoptado el budismo. Esta fusión del budismo con el helenismo dio lugar a una fecunda cultura que, entre otras aportaciones, inició la tradición de representar a Buda en forma humana (hasta ese momento no se hacía), utilizando el canon artístico helénico.
Posteriormente, los contactos de Occidente con el budismo fueron aislados y esporádicos, principalmente a través de viajeros y comerciantes de la ruta de la seda y, más tarde, a través de misioneros cristianos, pero sin que contribuyesen a un intercambio de pensamiento. En tiempos más reciente, fueron los países con colonias en Oriente, como Gran Bretaña, Francia o Rusia, los que mantuvieron contacto con culturas budistas, y despertaron el interés por el budismo de reconocidos pensadores y artistas. En el siglo XIX, se constata la existencia de budistas occidentales en diversos países europeos, alguno con ordenación de monje, y en el siglo XX ya se estudia la filosofía y se practica el budismo en universidades de estos países.
En el estado español, y concretamente en los Países Catalanes, los primeros contactos estables con el budismo tienen lugar en pleno siglo XX. Un desconocimiento quizá por no tener prácticamente intereses en Oriente y dirigir la mirada sobre todo hacia América y África. En la década de los 70, se establecen los primeros contactos permanentes con maestros budistas, a raíz de los cuales nace la primera generación de budistas autóctonos y se establecen los primeros centros budistas en nuestro país. Desde ese momento, y en estos más de treinta años, el creciente interés por el budismo, como filosofía, religión y también como forma de vida o camino de autorrealización, ha hecho que haya ido creciendo el número de budistas y de simpatizantes, y que se hayan establecido comunidades, entidades y centros budistas de sus diferentes escuelas y tradiciones, con una presencia cada vez mayor en nuestra sociedad. De todo esto da fe el reciente reconocimiento de su notorio arraigo en nuestra sociedad por parte del Estado Español.
Aportaciones de los centros budistas a nuestra sociedad catalana
Podemos resumir las aportaciones del budismo en nuestro sociedad en dos aspectos. Por un lado, un servicio a los mismos budistas, ofreciendo las condiciones necesarias para que puedan desarrollar su práctica de manera normalizada, de acuerdo con sus valores y sus formas de vida.
Así pues, el primer objetivo de los grupos y entidades budistas ha sido, desde sus inicios, como es lógico y coherente con sus fines estatuarios y principios, facilitar el conocimiento, el estudio y la práctica de las diferentes formas de budismo, de acuerdo con las escuelas y los maestros que han inspirado su creación. Para esto se han ido organizando, entre otras actividades, planes de estudio y práctica meditativa, y se han invitado a maestros y profesores orientales y occidentales, y se han creado bibliotecas o centros de retiro para la práctica intensiva.
Pero, además, y desde sus orígenes, los centros budistas han ido contribuyendo a la sociedad en general, hecho que también es coherente con el pensamiento budista ya que su vocación, especialmente en su tradición universalista, es mitigar el sufrimiento de todos los seres -que incluye a los animales y otras formas de vida-, y contribuir a su bienestar y felicidad.
Entre estas aportaciones a la sociedad en general, podemos destacar, entre otras:
La contribución a la cultura, organizando y participando en conferencias, coloquios y toda clase de actos culturales, como la realización de exposiciones y debates sobre el diálogo con la ciencia, la educación, la economía o la medicina. Todo esto, a través de de la traducción, la creación y la publicación de libros y textos, o impulsando proyectos educativos.
La contribución al bien social, a través de la defensa y la promoción de valores humanos y éticos, desde el altruismo o la defensa del medio ambiente.
Participación en programas sociales en nuestro país, como el apoyo a los reclusos, en el ámbito penitenciario, ayuda a enfermos o discapacitados, y acompañamiento de enfermos terminales y moribundos en el hospitalario. Además, también la cooperación con ONG’s e iniciativas de ayuda y apadrinamiento de niños y gente mayor en los países de origen del budismo.
Una gran aportación de los centros budistas, a casusa del conocimiento que atesora el budismo sobre la mente, sus mecanismos y las técnicas de meditación -a menudo se le ha considerado como una ciencia de la mente-, ha sido ayudar a budistas y no budistas, aportando técnicas meditativas y terapéuticas para aliviar el estrés y llevar una vida más tranquila y equilibrada.
Como el budismo es una tradición de paz y para la paz personal y universal, los budistas, de manera individual y colectiva a través de los centros y entidades que nos representan, han ido participando en iniciativas que favorecen la paz, la armonía y el diálogo en todos los ámbitos y, particularmente, el diálogo y el respeto mutuo entre las diferentes culturas y tradiciones religiosas.